Ayer el presidente Felipe Calderón acudió al funeral de Silvia Vargas Escalera, lo que lo está convirtiendo en visitante frecuente de las funerarias caras de México, y nos hace pensar que de seguir así el tiempo que le resta a su gobierno será dedicado a ofrecer sus condolencias a las miles de familias que sufrirán pérdidas de sus miembros por la incapacidad manifiesta, corrupción probada y falta de voluntad política que tiene el gobierno mexicano para combatir a la delincuencia de todo tipo; desde los asaltantes callejeros hasta los delincuentes de cuello blanco que asolan a los ciudadanos a lo largo y ancho de la república.
Parece que nos esperan cuatro años de presencia presidencial en las funerarias, acompañadas de caras largas, disculpas y defensa a ultranza, metiendo las manos al fuego, por sus fieles colaboradores que simplemente no hacen su trabajo (¿o simplemente no lo quieren hacer?), como queda claramente demostrado ante la impunidad absoluta con la que operan los delincuentes de toda clase en nuestro país.
Aquí el asunto es ver, no lo que el gobierno encabezado por Felipe Calderón quiera hacer, sino lo que los ciudadanos, inermes, presa fácil de los maleantes, estamos dispuestos a exigir. La disyuntuva es seguir derramando lágrimas o buscar la manera real de hacer que el gobierno cumpla con sus obligaciones, por las que cobran los funcionarios cantidades que están lejos de imaginar los mexicanos comunes y corrientes.
Tal vez sea hora de exigir que se contraten plañideras en lugar de policias. Por lo menos las primeras no secuestran, roban ni asesinan.